El pilar de set amb folre que va caminar catorze passes

El conegut periodista Joan Mañé i Flaquer, director durant anys del Diario de Barcelona, és considerat el primer cronista casteller de la història. Tot i que no va ser massa prolífic parlant de castells, va escriure un extens article el setembre de 1853 sobre la festa major de Santa Rosalia a Torredembarra, poble on havia nascut. En el text, Mañé i Flaquer repassa l’actuació castellera, parla de la relació del Camp de Tarragona amb els castells i fins i tot s’atreveix a comparar-lo amb el fervor que aixequen els toros en altres indrets de l’Estat. Val a dir, que l’any anterior, el 1852, ja en parlava una mica de castells: «Para las poblaciones de este Campo de Tarragona, los castells o torres son lo que para los andaluces las corridas de toros. Hay hombre que los sueña un año para otro, que habla doce meses de lo que serán y otros doce de lo que fueron; que en teniendo a la vista tal diversión, no hay poder humano que le distraiga de ella. También aquí tenemos nuestro Chiclana de los que se dedican a esta profesión: Valls hasta ahora ha sido el pueblo privilegiado, el semillero de esta clase de artistas. Pero lo más chocante es que los de Valls no pueden hacer un castell por entero, ni ningún otro pueblo puede logralo tampoco. La Riera, Tarragona, Torredembarra y algún otro pueblo prestan sus hombres hasta los terceros, como si dijéramos el primer cuerpo de la torre, y los de Valls concluyen».

Enmig d’aquesta defensa aferrissada del fet casteller, Joan Mañé i Flaquer, nascut just davant de l’església i a toca de les dues places castelleres de la Torredembarra del segle XIX, explica els castells que s’hi van fer aquell 1853. Entre ells, destaca un pilar de 7 amb folre que va caminar catorze passes: «Se ha visto aquí el prodigioso fenómeno de andar catorce pasos los espadats de siete, con forros o puntales hasta los pies de los terceros. Es de advertit que antes del año pasado no se coniguió hacer los espadats de siete limpios y fijos».

Aquesta és la crònica sencera:

«Torredembarra 6 de Setiembre de 1853.- Sr. Director del Diario de Barcelona.

-Muy señor mío y apreciable amigo: á dejarme llevar por las impresiones del momento daría comienzo á esta mi carta con el “arna virumque cano” del inmortal Virgilio; que bien son dignos de exaltación épica los rasgos de pujanza y heróico denuedo de que ha sido teatro esta villa durante los días 4 y 5.

Comprenderá V. fácilmente que hago referencia a los castells, á esta diversión propia y exclusiva del Campo de Tarragona, que es aquí como las corridas de toros en Andalucía, un verdadero arte tan admirable por lo difícil y arriesgado como el de Pepe Hillo y Montes.

V. lo sabe ya; tengo una verdadera pasión por esas costumbres características en que se ve reflejado todo un país; pero tampoco ignora V. que necesito verlas en armonía con cuanto los rodea, que no disuenen con las fisonomías, los trajes, las manera, el habla ni el génio de los habitantes, y que hasta el aire y la luz vengan á armonizar con el cuadro todo entero. Por esta razón me repugnan en Cataluña y me agradan en Andalucía las corridas de toros, expresión de la gracia, agilidad y desenvoltura propias de aquel país; por esta razón también gozo infinito aquí con el espectáculo de los castells, expresión de la fuerza y el sufrimiento, que son cualidades características de nuestros paisanos.

En los pueblos de esta comarca, lejos de disminuir la afición á los castells, aumenta cada día, y con la afición progresa el arte de hacerlos, que debe también parte de sus adelantos al estímulo de la competencia. En las fiestas mayores de los pueblos -que son las que se celebran en honor de sus santos patronos- los castells formaban antes parte de la fiesta, pero ahora la constituyen casi exclusivamente en todo aquello que son funciones religiosas. V. sabe que en este país también se veían en tales fiestas multitud de balls, que son la representación de una especie de farsas ó misterios, composiciones sagradas ó profanas que nos recuerdan el origen de nuestro teatro. Pues bien; á pesar de la afición que había a las tales piezas, que la gente del pueblo representaba, con trajes más o menos apropiados, en las calles y en las procesiones, este año sólo hemos tenido el de diablos, porque según vengo diciendo los castells absorben toda la atención de vecinos y forasteros.

No extrañe a V. pues que, al hablarle de esta fiesta mayor me ocupe casi exclusivamente de los castells; no será porque este asunto sea de mi predilección, sino porque así lo exige la verdad del relato. La fama de los obsequios de estos habitantes tributan á su querida patrona Santa Rosalía de Palermo, y la anunciada lucha de dos collas (cuadrillas) de castellés atrajeron una afluencia extraordinaria de forasteros, que deben de haber quedado muy satisfechos de su viaje, pues que las funciones religiosas han sido dignas del fervor religioso de mis paisanos y las proezas de las collas ha superado las esperanzas de todos. Pero antes de entrar a referirlas, permítame V. que le dé una idea de lo que son los castells, cosa desconocida para los que no han viajado por este país en cierta época del año.

La traducción literal de la palabra castell es castillo, pero á lo que más se parece la cosa á que da nombre es á un campanario ó torre de iglesia, por lo cual algunos lo traducen con esta última palabra. No le doy yo esta traducción porque la torre es una especie del Género castell, según veremos después.

Consiste el castell en número de hombres puestos en pie uno en los hombres de los otros, como se ha visto hacer alguna vez en el teatro por gimnastas árabes. La palabra castell denota el género que está dividido en varias especies. Estas son:

Espadats ó pilá. Nombre que se dá al castell cuando no tiene por base más que un hombre. Los espadats de cinco hombres caminan en las procesiones y hasta suben escaleras si las encuentran al paso. Los de seis han logrado también andar y aún subir escaleras, por medio de apoyo á los pies del segundo. Este año se ha visto aquí el prodigioso fenómeno de andar catorce pasos los espadats de siete, con forros o puntales hasta los pies de los terceros. Es de advertit que antes del año pasado no se coniguió hacer los espadats de siete limpios y fijos.

Torre. Consiste en dos espadats puestos frente á frente y unidos con los brazos. La torre se había logrado hacer de 7 limpia, pero este año la hemos visto de 8 servan peus de tersos, esto es, sosteniendo con puntales los pies de los terceros.

Castell. Esta palabra sirve tambien para designar una especie, que es cuando el castell tiene tres hombres por base y el todo forma una pirámide triangular. Años atrás, no muchos, cuando se lograba hacer el castillo de ocho ya no se pedía más, y se daba por salvada la honra: ahora el castillo de ocho se considera como un juego, pues que el año pasado se hizo una vez el de nueve y este año se ha logrado hacerlo siempre que se ha intentado. El de nueve es una cosa asombrosa, pues se ven a los últimos hombres asomar por encima de los tejados. El de ocho se hace ya empezando por la cúspide, de manera que llega un punto en que se ha de levantar toda aquella enorme masa para colocarla encima de su base.

Este año se ha hecho, por segunda vez solamente, los cuatro pilares de 9. Este último consiste en una pirámide cuadrangular; y, por primera vez, los cinco pilares de 8. Este último consiste en una pirámide cuadrangular que en el centro lleva una aguja ó pilat desde la base a la cúspide.

Los castells tienen la forma piramidal por el cuidado que hay en ir disminuyendo la estatura de los que lo forman á medidad que se van acercando a la cúspide donde se coloca un niño de ocho á diez años.

Para los que no han visto este juego, diversión, arte ó lo que sea, la descripción que de él acabo de hacer apenas podrá darles una idea confusa de lo que es; pero creo bastará para inspirarles el deseo de verlo. Si este deseo llega á realizarse no dudo que les causará más que admiración asombro al ver á unos hombres rudos, sin ninguna clase de instrucción ni aprendizaje, hacer verdaderos portentos de fuerza y agilidad, no exentos de arte y gusto.

En estos pueblos los castells escitan el mismo entusiasmo que las corridas de toros en otros puntos de España: hay personas que comen ni duermen para verlos, y que pasan el año disputando sobre lo que se ha hecho en las fiestas pasadas y lo que se hará en las próximas. Confieso que también soy uno de los que rinden tributo á esos hombres de hierro, mal alimentados casi todo el año, dando caídas espantosas y repetidas, sufriendo la presión casi continua de brazos hercúleos que parecen magullarlos, dando y recibiendo enormes porrazos, y á todo eso tan firmes, tan serenos al empezar como al concluir.

La lucha de las dos collas ha dado por resultado este año una emulación estraordinaria y un éxito inaudito en casi todo lo que se ensayó, siendo así que se han probado cosas que hantes se tenían por imposibles.

La Torredembarra y las collas de Valls han aumentado su bien adquirido renombre en las últimas fiestas, lo cual hará que el año próximo sea mucho mayor la afluencia de forasteros, apesar de que en el presente formaban una masa compacta en las calles y tenían atestadas las casas particulares y las fondas.

Como digo á V. antes, los castells han absorbido toda la fiesta, así es que no considero digno de mencionarse más que un regular castillo de fuego que se quemó en la noche del 5.

Felicito de corazón á mis paisanos por el brillo y atractivo que saben dar á sus fiestas y porque jamás en ellas se altera el órden; pero desearía que no relegaran al olvido al ball de valencians, el de pastorets, el de bastonets, y otros que eran un grande adorno de la fiesta y grato entretenimiento para los forasteros.

Celebraría mucho, amigo mío, que estas mal pergañadas líneas le decidieran á acompañarme el año próximo á la fiesta mayor de mi inolvidable pueblo natal se despide de V. etc.- J. M. y F».